Tras la llamada telefónica y la
frialdad de la respuesta, Julián se dio cuenta de la estupidez que había
cometido. Apenas pudo sacarle monosílabos de pura cortesía. Elena,
decepcionada, no le apetecía seguir charlando con alguien que horas antes la
menospreció. Le dolió, una discusión en la intimidad queda entre dos, pero fue
en público y eso no lo podía consentir.
Entre ambos se interpuso un muro
casi infranqueable que Julián quería derribar, tenía que reconducir la
relación.
Lo oportuno era dejar pasar unos
días, el tiempo siempre juega a favor, dándole la oportunidad de calmar su
indignación.
Julián repitió la llamada, Elena
le contestó un:
-¡Hola!,
Julián respiró:
-Perdóname, ya sabes..., el
trabajo, la situación de la empresa..., me están agobiando, y siento que lo
pagues tú.
-Está bien, a mi me ocurre lo mismo, pero debes aprender a controlarte.