Esta es una idea básica a considerar y desarrollar por ....., quienes competa.
Uno de los grandes problemas de una empresa pequeña, o mediana, suele ser la feroz competencia entre las mismas de su sector. Cada cual pone los precios de venta de sus productos muchas veces en función de lo que sus competidores ofrecen, incluso por debajo de su coste, con tal de no perder clientes. En casos concretos y esporádicos, puede ser aceptable. El problema viene cuando es repetitivo. Trabajar bajo coste es ir descapitalizando la empresa, hasta llegar el punto de perderlo todo por no perder unos determinados clientes. Esto lo he vivido, y he constatado que la empresa que ha dicho: "estos son mis precios, si quieres lo coges y si no, tan amigos". Estas empresas han subsistido a la larga.
Como posible solución a desarrollar sería:
Actuar sobre las empresas para que optimicen sus gastos, costes de materias primas y procesos de producción. De estos que salgan los precios de coste de sus productos, a los que se les aplica el beneficio que cada cual estime conveniente dentro de los parámetros normales . De ahí que salga el precio de venta, con la premisa incuestionable de no vender bajo coste, de no perder. Esto que en la teoría ya se aplica, no es así en la práctica.
De esta manera la mejora o diferencia del precio de venta con respecto a la competencia, saldría de la buena gestión administrativa de la empresa encaminada a la reducción de gastos, de una buena estrategia comercial, de una adecuada utilización de sus recursos y de ofrecer un buen producto. Con ello se podría reducir el coste del mismo y poder vender a mejor precio.
El problema reside en cómo llegar a la aplicación correcta de ésto. Aquí ya entraría la actuación de la administración pública:
1º.- Obligar cada año a unas auditorías externas que velaran por el cumplimiento de este requisito (algunas empresas ya se les exige, debería ser a todas).
2º.- Un cuerpo de inspección pública que velara por la veracidad de estas auditorías.
3º.- Que las administraciones públicas sean organismos de ayuda y asesoramiento de las empresas. Que no de miedo acudir a ellas. Que pongan menos trabas y agilicen los trámites que las empresas necesitan.
4.- Premiar a las empresas que se esfuercen en cumplir éstos requisitos facilitándoles medios para que puedan modernizar o ampliar sus instalaciones, financiación, etc.
Con estas medidas u otras que seguro existen, desarrollándolas, las empresas tendrían su estructura óptima y su franja de mercado. Se esforzarían en el control del gasto, podrían subsistir a largo plazo, y podrían mantener los puestos de trabajo que les fueran necesarios.
Es simplemente una idea, quizá descabellada, pero creo que estudiada en profundidad, podría ser eficaz. Lo que está claro es que vender bajo coste es la muerte agónica de la empresa y la ruina del empresario, que es quien arriesga su dinero.
La función de los gobiernos es poner los medios necesarios para que ésto sea posible. Y de las ideas descabelladas, adecuadamente desarrolladas, es posible sacar algo en positivo.