El señor G, pensionista, estaba
contento cuando, “con la que está cayendo”, le subían la pensión. Contento y
satisfecho con la decisión del gobierno.
Cada inicio de mes, desde que
empezó a cobrar la pensión por jubilación, elaboraba su presupuesto partiendo
de lo que percibía, e iba desgranando los euros por partidas, por aquello de
evitar sorpresas.
Para la luz, para el gas, para el
agua, para teléfono, para la comunidad, para gasolina, para seguros, para
comer, para tabaco, para imprevistos y, sin derrochar, aún tenía algún
remanente. Pobre pero feliz, no debía nada a nadie, para él y su mujer bastaba.
Solo era cuestión de administración.
Con la subida, esperaba poder ahorrar un poco más y con ello
permitirse algún capricho.
Pasaron los meses y como siempre:
Luz, gas, agua, teléfono,
comunidad, gasolina, tabaco, imprevistos, comida y, una nueva, para farmacia.
Y, a pesar de la subida, se percató de que las cuentas no le salían. Se vio
obligado a suprimir imprevistos, si surgían ya vería, y con esa partida
incrementaría los apartados de luz, gas y agua.
La cuenta seguía sin cuadrarla, y
decidió sacrificar parte de la partida para tabaco. En lugar de comprar
cajetillas, fumaría tabaco de liar, como su padre.
Gasolina, si realmente ya no
necesitaba vehículo, andar era sano, el transporte público resultaba barato, y
con el INSERSO podía ir de vacaciones bastante económico. Así que contempló la
posibilidad de vender el coche, se ahorraría en gasolina, seguros, impuestos,
reparaciones, etc. Decidido, vendería el coche.
La partida para comida se quedaba
corta, sin embargo, el refrigerador estaba más vacío. Sin problemas, comprarían
marcas blancas. Incrementaría esta partida con la parte que destinaba a
gasolina, seguros y demás. Además se propuso modificar los hábitos de comer
reduciendo la cantidad, a su edad con poco bastaba, así que cenarían leche con
migas de pan, y con lo que ahorrarían de ahí tendrían para la farmacia, a su
edad la botica particular era considerable.
Y al mes siguiente, otra vez a
desgranar los euros de la pensión:
Luz, la asignación aún se quedaba
corta, aflojarían alguna bombilla para gastar menos, y el resto de menos
vatios, la televisión la pondrían menos
tiempo, frecuentarían más el hogar del jubilado, en verano pondrían menos el
ventilador y tirarían más de pai-pai, así ahorrarían en luz. Para gas,
cocinarían en lugar de para dos, para tres días, y en invierno, en lugar de
poner la estufa (solo cuando el frío apretara mucho), se cubrirían con una
mantita más gorda. Y como aún no era suficiente, redistribuyó parte de la
partida de gasolina y seguros a luz y gas.
Agua, también se quedaba corta
esta partida así que, pondrían la
lavadora solo dos veces a la semana, eran solo dos y ensuciar menos era
posible. Y también contempló la posibilidad de lavar toda la ropa un día a la
semana en las nuevas lavanderías exprés, así ahorraría en luz, agua y
detergente. Quizá valía la pena.
La leche la mezclarían con malta, así ahorrarían en leche y en café. En lugar de aceite de oliva pues..., pondrían de
girasol, tampoco es tan malo.
El tabaco, liaría los cigarrillos
con menos cantidad de picadura y, con las colillas, quitaría lo negro,
desgranaría el tabaco en un bote y podría sacar de ello algún cigarrillo
más.
La farmacia, con esta nueva
partida también podría hacer algo, enfermar menos, y si algún día se les
“olvidaba” tomar alguna medicina, por un día que no la tomen no iba a pasar
nada, así alargarían las recetas.
El teléfono, podría desprenderse
de él, pero a su edad era como imprescindible, si les pasara algo no tendrían cómo
avisar a alguien, pero buscaría algún operador que le saliera más económico.
Fue ajustando el presupuesto
quitando de aquí, poniendo allí..., y
así el señor G quedó agradecido a ese gobierno, porque con la subida de la
pensión, pudo paliar en parte esos pequeños desajustes y si no fuera por ello,
no sabía lo que podía haber sido de su vida. Estaba orgulloso, no en vano, les
había dado su confianza, y hasta ahora no le estaban defraudando.