El andén de la estación

Del andén de la estación parte el tren. Viajar en tren es compartir, conocer gente y lugares. Este blog es como un tren, donde todo cabe y al que todos pueden subir.

martes, 25 de septiembre de 2012

La Noche

No se trata de un fondo oscuro. Es una fotografía tomada de noche. El cielo estaba estrellado, miles, millones de estrellas lo cubrían y nuestra única iluminación era la de las propias estrellas. Rodeado de naturaleza y con tan apasionante espectáculo que no podía pasar desapercibido, merecía quedar plasmado, así lo intenté. Nuestra retina sigue siendo poderosa, capaz de surcar el horizonte y el universo. La máquina no pudo retener lo que sí nuestros ojos, almacenando lo que estábamos viendo en un rincón de nuestro cerebro.
Una foto vale mil palabras. Cada vez que observe esta fotografía que parece vacía, observaré aquello que está almacenado en mi cerebro y veré el cielo estrellado, la silueta de las montañas, las luces de los pueblos en la lejanía. Escucharé el viento, el vaivén de las ramas, el murmullo del río, en pocas palabras, escucharé el silencio de la noche, sin duda uno de los mayores placeres de la vida.
Fotografié la noche. Y dentro de ese marco oscuro he descubierto que hay vida, solo tenemos que esforzarnos en abstraerla y no quedarnos solo con lo que a primera vista vemos, nada.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

El olor de los colores


La tarde grisácea invitaba a caminar sin rumbo predeterminado. “Donde los pasos me lleven guiados por los sentidos”, pensé.

Observé la senda flanqueada por helechos, escobas, castaños, avellanos,..., hojas secas caídas en el suelo. Hormigas laboriosas, lagartijas, avispas, cuervos, águilas. Un amasijo de colores penetraron por mi retina. Distintos tonos de verde, de ocres, de troncos grisáceos, oquedades negras, flores amarillas, moradas, rojas,..., colores indescriptibles.

Mientras caminaba, con las manos, iba acariciando la rugosidad de los troncos, la suavidad de las flores, contorneando la forma de las hojas. Tomaba las hojas secas del suelo presionándolas con las palmas de las manos, a modo de trituradora, que luego soplaba al viento, un efímero vuelo, volviéndose a depositar en el suelo para ser alimento de la tierra, de los insectos, del misterio de la naturaleza. En las fuentes que surgían a mi paso comprobaba su frescor natural  situando mi cabeza  bajo el delicado chorro de agua que, cayendo al suelo, se perdía entre la maleza para luego ser alimento de riachuelos y ríos.


 Los pasos pausados se dejaban escuchar, acompañados por la danza tribal del viento al tropezar con las hojas. Bajo la suela se escuchaba el crujir de los pequeñas ramas, de las hojas secas. Las botas actuaban como apisonadoras y de vez en cuando presionaba con más fuerza para conseguir un chasquido mayor. Cuando no, una tupida alfombra de hierba se extendía a lo largo del camino para deleite de los pies, deslizándose como por una alfombra de terciopelo verde. Todo ello acompañado de la musicalidad del agua de las fuentes y de los riachuelos.


Entre zarzales, escobas, helechos,..., las moras resaltaban su color oscuro  invitando a paladear su delicado sabor en su punto de maduración, como las andrinas y como los arándanos, impregnando las manos, boca y lengua de ese especial pigmento. Entre los árboles se dejaban ver cerezos silvestres, higueras, manzanos silvestres  con pequeñas y acidosas manzanas, avellanos con su fruto carnoso bajo esa cáscara aún blanda permitiendo con facilidad llegar hasta su interior y disfrutar con su degustación. En las fuentes donde me refrescaba iba saciando mi sed, un agua que dejaba de ser insípida. Sabía a hierba, a monte,..., el sabor propio de la pureza.

La tarde grisácea, llegó acompañada por fin de una suave llovizna con su peculiar sonido al contactar con las hojas de los árboles, con las piedras, con la tierra, con el paraguas, fiel aliado, con su peculiar danza al son del viento. En ese momento se produjo la magia, reconocí el olor a verde. Desde ese momento supe que los colores tenían olor, el color de la tierra, el color de los árboles, el color de las plantas. Todos esos colores tenían su olor característico y su conjunción dejaba una fragancia  imposible de describir que te envolvía, penetrando por todos mis poros y proporcionándome una sensación de absoluta paz interior.

jueves, 6 de septiembre de 2012

"Okupas"

Recuerdo la época de Adolfo Suarez, y un discurso en el parlamento en el cual metaforizaba la construcción de un nuevo estado con la construcción de un edificio.
Así, un edificio debía tener buenos cimientos sobre los que debían partir unos sólidos pilares. Después había levantar paredes, hacer habitaciones, con unas buenas cañerías, una buena instalación eléctrica, puertas, ventanas, ..., resumiendo, todo lo necesario para que vivir en ese edificio resultara lo más placentero posible.
Eran tiempos convulsos y, el paso de una dictadura a una democracia no era tarea sencilla, en la cual se pidió la colaboración de todos los partidos políticos. Se creó una nueva constitución, y unas bases para crear ese nuevo estado construido por los cimientos y no por la azotea.
Mas o menos así se hizo, y se sentaron ciertas bases con unas obligaciones y unos derechos, sobre los cuales hemos vivido, con dificultades, con crisis económicas y sociales,  así se creció y, más menos, se consiguió un cierto bienestar. Y como todo edificio sufre un desgaste, a lo largo del tiempo, ha necesitado de un mantenimiento para que perdure.
Para este buen mantenimiento es imprescindible acometer reformas, pero a nadie se le ocurre en su vivienda acometer reformas para empeorar lo que tiene. Es necesario cada cierto tiempo sustituir las viejas cañerías por otras nuevas y a ser posible de mejor calidad para evitar goteras, sustituir el cableado eléctrico para adecuarlo a las nuevas necesidades que el progreso impone, limpiar, pintar, modernizar el mobiliario, cambiar suelos, ..., y todo aquello necesario para que sigamos disfrutando de aquello que conseguimos con bastante esfuerzo.
¿Que está sucediendo ahora?. Da la impresión de que éste edificio se ha llenado de "okupas", que se están dedicando a quitar ventanas, puertas, hilos de cobre, etc., y todo aquello imprescindible para una agradable estancia, sustituyéndolas por otras de peor calidad e incluso vendiendo todo lo que se pueda como chatarra.
Están obligando a sus ocupantes a volver al infiernillo de carbón, al fogón de petróleo, a la alhacena ventilada para conservar los productos. Están obligando a los inquilinos a salir del edificio porque su estancia  en él se hace cada vez más penosa. Es como si los estuvieran obligando a salir para declararlo en ruinas y venderlo al mejor postor el cual se encargará de darle el uso que mejor convenga a sus intereses.
Para éste fin han introducido a éstos "okupas" que, una vez conseguido el objetivo, recibirán la recompensa por los servicios prestados. Mientras tanto, los inquilinos, se verán obligados a vivir bajo el puente, en tiendas de campaña, malviviendo los años que les queden.

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