Recuerdo la época de Adolfo Suarez, y un discurso en el parlamento en el cual metaforizaba la construcción de un nuevo estado con la construcción de un edificio.
Así, un edificio debía tener buenos cimientos sobre los que debían partir unos sólidos pilares. Después había levantar paredes, hacer habitaciones, con unas buenas cañerías, una buena instalación eléctrica, puertas, ventanas, ..., resumiendo, todo lo necesario para que vivir en ese edificio resultara lo más placentero posible.
Eran tiempos convulsos y, el paso de una dictadura a una democracia no era tarea sencilla, en la cual se pidió la colaboración de todos los partidos políticos. Se creó una nueva constitución, y unas bases para crear ese nuevo estado construido por los cimientos y no por la azotea.
Mas o menos así se hizo, y se sentaron ciertas bases con unas obligaciones y unos derechos, sobre los cuales hemos vivido, con dificultades, con crisis económicas y sociales, así se creció y, más menos, se consiguió un cierto bienestar. Y como todo edificio sufre un desgaste, a lo largo del tiempo, ha necesitado de un mantenimiento para que perdure.
Para este buen mantenimiento es imprescindible acometer reformas, pero a nadie se le ocurre en su vivienda acometer reformas para empeorar lo que tiene. Es necesario cada cierto tiempo sustituir las viejas cañerías por otras nuevas y a ser posible de mejor calidad para evitar goteras, sustituir el cableado eléctrico para adecuarlo a las nuevas necesidades que el progreso impone, limpiar, pintar, modernizar el mobiliario, cambiar suelos, ..., y todo aquello necesario para que sigamos disfrutando de aquello que conseguimos con bastante esfuerzo.
¿Que está sucediendo ahora?. Da la impresión de que éste edificio se ha llenado de "okupas", que se están dedicando a quitar ventanas, puertas, hilos de cobre, etc., y todo aquello imprescindible para una agradable estancia, sustituyéndolas por otras de peor calidad e incluso vendiendo todo lo que se pueda como chatarra.
Están obligando a sus ocupantes a volver al infiernillo de carbón, al fogón de petróleo, a la alhacena ventilada para conservar los productos. Están obligando a los inquilinos a salir del edificio porque su estancia en él se hace cada vez más penosa. Es como si los estuvieran obligando a salir para declararlo en ruinas y venderlo al mejor postor el cual se encargará de darle el uso que mejor convenga a sus intereses.
Para éste fin han introducido a éstos "okupas" que, una vez conseguido el objetivo, recibirán la recompensa por los servicios prestados. Mientras tanto, los inquilinos, se verán obligados a vivir bajo el puente, en tiendas de campaña, malviviendo los años que les queden.