EL CUENTO
Estábamos
en una pequeña caja de reclutas de provincias (como se diría en una novela de
época). Los cambios de guardia debían realizarse pasando revista, cabo entrante
con cabo saliente, de todas las instalaciones, armamento, etc.. Una vez
comprobado que era correcto de daba el visto bueno y el entrante de hacía cargo
de todo, esta era la teoría. En la práctica no se revisaba nada, se daba por
hecho que todo estaba correcto, se firmaba el traspaso y así todos los días.
En cierta ocasión un brigada
que entraba conmigo como oficial de guardia, llegó antes de tiempo y una
cartuchera que encontró la escondió. Al realizarse el cambio de la guardia
preguntó si todo estaba correcto y en orden, yo asentí, el insistió y eso me
mosqueó, con lo cual dije que volvería a repasar todo por si algo se me hubiese
escapado. Acto seguido sacó de un cajón la cartuchera, “nos había pillado”:
-¡Mañana
cuando termines la guardia te presentas a mí!-
La
intención era mandarme al calabozo unos días.
Como antes
he dicho, una cosa era la teoría y otra la práctica, así que me dije:
-“ Si quiere algo ya vendrá a buscarme“-
Por
supuesto, no me presenté y ahí terminó la historia.
A CUENTO DE QUÉ VIENE EL CUENTO.
La Sra. Cospedal, ahora que las finanzas de su partido, y su partido en sí, está en
entredicho por los motivos que todos conocemos, dice que volverán a realizar
auditorias, internas y externas, para comprobar que todo está correcto y en
orden.
Esta propuesta me ha hecho
recordar la anécdota de la “p. mili”. Si yo hubiese hecho las cosas como
se debían hacer no hubiese dudado ni un momento en que todo estaba correcto.
Como no lo hice, me ofrecí a pasar una nueva revista, esta vez concienzuda,
para poder cubrirme las espaldas en caso necesario, porque sabía de sobra que
siempre podrían pillarme en algo. Todo esto por una simple cartuchera sin
apenas importancia. Lo importante de ello es que las cosas tenían un
procedimiento y debía llevarse a cabo según las normas.
A mi entender,
eso es lo que está haciendo la Sra. Cospedal. Si estuviese segura de que todo
está correcto, lo suyo sería, al día siguiente entregar el estado de sus
cuentas a la opinión pública, como así consta en su código ético, demostrando
una buena gestión y transparencia. Ello me lleva a considerar que hay cosas que
se le escapan, que están descontroladas y que como el dicho “la casa está
por barrer”. Y lo que a la opinión pública le preocupa no son sus cuentas
oficiales, sino, la existencia de las posibles no oficiales. Y quizá, lo más
preocupante, es que está harta de escuchar unas cosas que luego no se
corresponden en la práctica. Esa vieja frase de “por la boca muere el pez”, y
la mayor parte de nuestros políticos son peces a la deriva en aguas revueltas.
Estamos en un país
cuyos gobernantes están machacando impunemente a las clases medias y bajas,
privándoles de infinidad de derechos que se han conseguido a lo largo de muchos
años. Los derechos que están en boca de todos y los que no salen tanto a la luz
pero que irán aflorando cuando el conjunto de la población intente acudir a
ellos, encontrándose con que ya no es lo que era.
A unos se les
exige mucho, mientras, los que exigen dan un pésimo ejemplo atesorando y
derrochando. La gente está harta de tanto político y no político, no importa el
bando ni el estamento en entredicho,
haciendo de su capa un sayo: “haz lo que yo digo pero no hagas lo que
yo hago”.
No hay dinero
para ciertas cosas, pero si para otras. Pero lo más preocupante es el valor que
se le da a la palabra. En la política la palabra debe tener otra connotación o
significado. Estamos hartos del empleo vano de la palabra, de los que ayer
decían una cosa y hoy hacen o dicen lo contrario, sin dar una explicación
convincente de su contradicción, son como un disco rayado que contenta a su
masa fiel colocándoles un velo que no les hace ver más allá. Se usa la palabra
de forma fraudulenta y lo peor de todo es que ni se inmutan, lo hacen sin
pestañear y, lo grave, es que aún hay quien les cree y los aplaude, demostrando
escaso sentido de autocrítica. En una auténtica democracia honestidad e
ideología deben ir de la mano. Uno puede tener un criterio, para unos acertado
no para otros, lo importante es ser consecuente con la palabra y con los actos.
Equivocado o no, uno se legitima si hace lo que dice o dijo, en caso contrario
es un fraude, independientemente de ideologías.
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