Hay textos
valencianos por allá el siglo XIII, donde a las antorchas que se utilizaban
tanto para alumbrar como en los actos festivos se les daba el nombre de
falla.
De igual
manera, las fogatas que se encendían en el centro de una reunión o en las festividades, por el siglo XVI, recibían también el nombre de falla.
Posteriormente,
estas fogatas, se hacían con muebles o trastos viejos inservibles en
determinadas fiestas, como en el día de San Antonio en muchos pueblos,
tradición que se sigue manteniendo.
Más adelante, en el siglo XVIII, en algunos pueblos
se quemaban monigotes que representaban personas a las que se quería criticar.
A estas hogueras comenzaron a llamarlas fallas.
Así fue
evolucionando el nombre de falla que finalmente se le dio a los monumentos
satíricos y artísticos que se ponían en la calle para quemarse en la víspera de San José.
Al fenómeno
social y festivo que nació en los barrios se le denominó falla, dando nombre al
conjunto de la fiesta Fallas pasando a quemarse los monumentos la noche de la
festividad de San José, 19 de Marzo.
Aunque existe la creencia de que las fallas
nacen de las hogueras que los carpinteros hacían con los restos de virutas o
maderas para celebrar la festividad de su santo patrono, no parece que haya
documentación explicita que corrobore ésta teoría. La única relación directa de
este gremio con las fallas es su colaboración en la construcción de los
monumentos. Una de las hipótesis más creíbles señalan a la tradición de
encender hogueras en la llegada de los equinoccios y solsticios. Tradición que
se daba en los distintos continentes. Así, se puede enclavar a las fallas de
San José en el equinoccio de la primavera, de igual manera que las hogueras de
San Juan se pueden enclavar en el solsticio de verano.
En cualquier
caso, las Fallas se han convertido en un fenómeno cultural y festivo, con
partidarios y detractores, como en todo, que atrae a gentes de todo el mundo
generando riqueza.
Como fenómeno
cultural cabe señalar los artistas falleros, verdaderos escultores capaces de
moldear monumentos de cartón piedra y otros materiales con figuras
inverosímiles, caricaturas satíricas criticando la más rabiosa actualidad y
cuyo objetivo final es quemarlas. Se trata de eliminar el mal, de purificar con
el fuego todo aquello que contamina y perjudica a la sociedad. Entre otros, es
como un toque de atención a los agentes sociales, a figuras relevantes de una
sociedad que menosprecian con sus decisiones o actuaciones a el conjunto de la
población.
También,
culturalmente, han fomentado el nacimiento de bandas de música, como
consecuencia nuevos músicos. Actos teatrales, deportivos, juegos tradicionales,
...
Amén de
generar riqueza. A su alrededor hay un flujo económico que da trabajo a muchos
sectores de la población. Sectores turísticos (hoteles, restaurantes,
espectáculos,...), industriales (madera, pintura, textil, pirotecnia,...)
Una fiesta
admirada por muchos, aunque a veces nos toca sufrir a los que vivimos a su
alrededor, pero que con inconvenientes o sin ellos debemos respetar,
simplemente por la tradición, un pueblo no es nada sin sus tradiciones, y por
todos aquellos a los que beneficia tanto en sentido emocional como económico.
En la noche del 19 de marzo, Valencia, es una ciudad tomada por el fuego dando fin a su fiesta. El cielo se ilumina con los fuegos artificiales momentos antes de arder los monumentos que han criticado la cruda realidad del momento con la esperanza de que con ellos ardan los males que acosan a la sociedad. Con toda seguridad no conseguirán eliminarlos, pero al año siguiente se volverá a intentar, así año tras año. Y, una de las cosas que más llama la atención, a propios y extraños que logran verlo es que, al amanecer del nuevo día, no queda rastro de los rescoldos y cenizas que el fuego ha generado. Aquí no ha pasado nada.
En la noche del 19 de marzo, Valencia, es una ciudad tomada por el fuego dando fin a su fiesta. El cielo se ilumina con los fuegos artificiales momentos antes de arder los monumentos que han criticado la cruda realidad del momento con la esperanza de que con ellos ardan los males que acosan a la sociedad. Con toda seguridad no conseguirán eliminarlos, pero al año siguiente se volverá a intentar, así año tras año. Y, una de las cosas que más llama la atención, a propios y extraños que logran verlo es que, al amanecer del nuevo día, no queda rastro de los rescoldos y cenizas que el fuego ha generado. Aquí no ha pasado nada.
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