El andén de la estación
Del andén de la estación parte el tren. Viajar en tren es compartir, conocer gente y lugares. Este blog es como un tren, donde todo cabe y al que todos pueden subir.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Los propietarios y el director
Con la llegada del nuevo director todos pensaron que la empresa volvería a reflotar. La empresa tenía sus problemas pero no estaba desahuciada, solo era necesaria una buena actuación; como si de un enfermo se tratare, aplicar la terapia adecuada y poco a poco se verían los resultados.
Antes de su incorporación diseñó concienzudamente su estrategia, tenía su fundamento, y se rodeó de asesores, que le instaron a reconsiderarla. Su postulado inicial se basaba en aumentar la producción e intensificar el departamento de marketing para incrementar las ventas; como contrapartida aumentarían las ventas y podrían, no solo mantener, sino aumentar la plantilla; ¡vamos!, actuaría como un efecto multiplicador en su sector y en los adyacentes. Así se vendió a los propietarios de la empresa, consiguiendo su favor y obteniendo el puesto de director.
Los asesores le convencieron que aumentar las ventas no significaba aumentar el beneficio, si no cimentaba la estructura. Así comenzaron esa cimentación reajustando la producción. Sí, venderían menos, de momento, pero a medio plazo recuperarían el tiempo perdido. Y bajaron la producción, como consecuencia, tuvieron que desprenderse de operarios, de administrativos, de equipos. Bajaron las compras a proveedores, ..., produjeron menos y perdieron algunos clientes, ¡ya los recuperarían!.
Redujeron gastos, los superfluos y los otros, pero con esa caída de la producción y de las ventas no podían hacer frente a los mismos.
La empresa se fue asfixiando paulatinamente, y finalmente sucumbió. Fue vendida al mejor postor por una cantidad irrisoria. Los asesores cambiaron de empresa, había otras para reflotar, y como premio a la buena labor realizada dieron cobijo, al director, en su organización. Los propietarios no supieron reaccionar a tiempo. Si hubiesen despedido al director y a sus asesores, como algunos les advertían, podían haber salvado la empresa y sus enseres. No lo hicieron y de la noche al día se vieron en la calle, desahuciados y a merced de los nuevos propietarios, lamentándose de que las palabras no son siempre válidas, hay que tener en cuenta al interlocutor y su fiabilidad.
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