El andén de la estación

Del andén de la estación parte el tren. Viajar en tren es compartir, conocer gente y lugares. Este blog es como un tren, donde todo cabe y al que todos pueden subir.

martes, 23 de octubre de 2012

El despertar



Capítulo III del cuento "La Leyenda de Gustavo Sol" de LZC                

    Gustavo Sol seguía ajeno a cuanto a su alrededor pasaba. Encerrado entre paredes al viento, permanecía desnudo ante la vida en cuerpo y alma. Conforme crecía, de igual manera lo hacían sus atributos. Desde pequeño se acostumbró a vivir como su madre lo trajo al mundo y para su familia se convirtió en algo absolutamente natural. De igual forma, la gente no veía en ese detalle nada obsceno y de mal gusto, todo lo contrario, se convirtió en un símbolo que atrajo a otro tipo de gentes que lo idolatraron. Lo convirtieron en algo parecido a un dios, surgiendo al amparo de su figura una corriente  fanático-religiosa que lo santificaron. Cada vez llegaban más gentes, de remotos lugares, a rendirle culto esperando ansiosos que en algún momento les dirigiera una simple mirada. Pero Gustavo Sol jamás clavó su mirada en nadie, es más, con seguridad era desconocedor de lo que a unas decenas de metros estaba ocurriendo y precisamente era esa indiferencia suya la que mantenía viva la desmedida pasión por su ser.

    La ciencia volvió a retomar su interés por él tratando de convencer a Jacinto y Adoración para que les permitiesen estudiar más de cerca a Gustavo Sol. Los científicos querían llevarlo nuevamente a sus laboratorios para observarlo, para analizarlo y dar con una explicación racional al fenómeno excepcional que representaba. Se trataba de un reto porque para un científico la respuesta a cualquier interrogante estaba en la tierra, solo se precisaba tiempo para encontrarla. Pero estas peticiones siempre fueron rechazadas, sobre todo ante la firme oposición de Aurora. Y fue a raíz de estas negativas cuando el mundo científico decepcionado empezó declinar nuevamente su interés por Gustavo Sol. Mientras la ciencia se hizo a un lado, el movimiento fanático-religioso se iba fortaleciendo porque éstos no necesitaban respuestas, simplemente buscaban su presencia, para éstos no eran necesarias explicaciones ni convencimientos, lo consideraban como algo sobrenatural, él mismo era la respuesta y ello les bastaba.

   A pesar de sus esfuerzos, para los Porriño, la situación generada se había vuelto difícil. El continuo asedio a que estaban sometidos por todas partes se hacía insoportable y comenzó a hacer mella en su voluntad. Jacinto enfermó y a pesar de los muchos esfuerzos de los médicos, no se pudo hacer mucho por él, murió. Para Adoración fue el primer golpe duro que le dio la vida, lo vivido hasta ahora podía considerarlo como una circunstancia del destino, dándose cuenta en este momento que ese hombre frágil,  poca cosa, cargado de defectos, había supuesto un importante punto de apoyo y motor de su propia vitalidad. Nunca imaginó lo mucho que lo quería y la felicidad compartida durante tantos años.

    Con la muerte de Jacinto todo se derrumbó. Con Rosendo lejos, Anunciación en el asilo muy mermada y postrada en una cama para el resto de sus días y Gustavo Sol que seguía en su mundo, era Aurora la única que no perdía la compostura, con el espíritu fuerte y las ganas de luchar por una intimidad imposible. Adoración ante tal panorama entró en una profunda depresión abandonándose a su propio destino. Solo pensaba en qué sería de Gustavo Sol cuando ella faltase y sobre todo en su hija Aurora. Esa niña que fue mujer antes de tiempo y que aún no había conocido el amor:

-¿Qué sería de su vida?-,se obsesionaba ante esa incertidumbre.

  Hasta el presente siempre fue un continuo sacrificio en beneficio de los suyos, sin ninguna ambición personal, sin pedir nada a cambio. La duda de Adoración se reflejaba en la eterna pregunta que siempre se hacía en sus adentros:

-¿Hasta cuando aguantará?.-

    Ese día llegará tarde o temprano, Adoración  estaba segura de ello, porque ella misma estuvo varias veces en la línea de separación entre  permanecer o escapar de aquel infierno, pero abandonar dejando parte de su sangre al buen destino no era propio de una buena madre y esposa. Continuó luchando, pero comprendía que el cariño de hermana nunca se podrá comparar al de una madre; en algún momento tocaría fondo y lo comprendería. El corazón de Adoración no aguantó, y emprendió el vuelo hacia una nueva vida. Antes, en el lecho con el último estertor, le dijo a Aurora que su vida le pertenecía y no quería que la desperdiciara. Cualquier decisión que tomase sería de su aprobación, y que no dejara paso a los remordimientos porque bastante había hecho por ellos y no era la culpable de haber sido tocados por el destino en un de sus inexplicables designios.   
   
   Gustavo Sol que apenas había mostrado afección alguna con la paulatina ausencia de sus allegados, se afligió con la muerte de su madre. Cuando se la llevaron se sentó en su trono salmón y levantó, quizá por vez primera, la mirada hacia el horizonte y sintió extrañeza ante el cambio que en el transcurso de unos años se había experimentado a su alrededor. Vio como la ciudad estaba más cerca, vio como la gente iba y venía. Observó atónito esa gran alameda llena de farolas que cuando allí tocaba la noche se iluminaban, los locales de ocio, los tenderetes, aquellos niños que se acercaban más de lo permitido y que se reían inocentemente al ver un hombre desnudo. No entendía realmente lo que allí estaba pasando, sintiéndose como un animal enjaulado que todos van a admirar, y por primera vez dirigió la palabra a su hermana Aurora como un niño que acaba de despertar:

-¿Por qué estoy desnudo?-.
-¿Qué hace toda esa gente mirándome?-.

   Esta quedó compungida observándolo sin saber qué contestar a unas preguntas tan simples,

-¡Nada!. Solo pasean-.

  Le dio un batín con el que se cubrió sus vergüenzas y, cogiéndolo de los hombros, se metieron en la casa. Allí le dijo que había estado enfermo durante muchos años (qué otra cosa podía contarle), que su hermano Rosendo estaba viviendo lejos de allí, que sus padres estaban en el cielo disfrutando de la eternidad, y que ellos pronto se marcharían de ese lugar, a una ciudad lejana y muy grande, donde nadie los conociera, donde pudieran perderse por cualquier rincón sin que nadie volviese la cabeza para observarles.


   Pasaron unos días y con lo más indispensable en unas mochilas, Aurora y Gustavo Sol, salieron de la casa de la luz aprovechando la oscuridad de la madrugada sin volver la vista, emulando aquella cita bíblica para no quedarse petrificados, con la intención de perderse para el resto de su existencia y sin preocuparse de ser señalados por doquier sus pasos los llevaran. Esa luz de linterna permanente que  duró mas de treinta años y que fue objeto de muchas observaciones y estudios inacabados se apagó, y empezó a llover en ese reducido espacio. La gente se agolpó en las inmediaciones extrañada por el nuevo suceso atreviéndose a merodear por la casa y vieron que allí no había nadie. Dieron aviso a las autoridades que de inmediato iniciaron una búsqueda por todas partes, de Gustavo Sol y su hermana, sin éxito. Aquel suceso que durante años era su principal fuente de ingresos amenazaba con la ruina de una ciudad que tanto gastó para atraer a las gentes. Era necesario tomar medidas para que no se volviese en su contra y, tras largas deliberaciones de los estamentos de poder, decidieron elegir a una persona como la receptora de unas revelaciones del propio Gustavo Sol en las que le comunicaba la llamada de su poderoso protector para reunirse con él. Y que, en lo sucesivo, esa persona debía servir de enlace entre sus revelaciones y sus adeptos. Así lo hicieron y esa pequeña corriente casi religiosa que tiempo atrás ya se había formado y que prácticamente lo santificaron, tomó más fuerza, y se formó una corriente entre sus seguidores, auto-bautizados como los Gustavianos. Prácticamente se convirtió en un Dios y tuvieron que idear un símbolo y darle una ubicación que sirviera como referencia y punto de encuentro. Levantaron una gran estatua similar al recuerdo de porcelana que tanta aceptación tuvo en su momento en un lugar junto a La Casa de la Luz; y que, desde su atributo de piedra granítica, manaba una corriente continua de agua a la que le atribuyeron poderes curativos, convirtiéndose en un lugar de peregrinaje al que acudían desde los lugares más remotos. La idea de aquellos gobernantes tuvo buena recompensa porque las gentes continuaron viniendo, y frente a la estatua depositaban flores mientras musitaban una oración pidiendo la curación de sus dolencias.  

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