Después de
trabajar llegué a casa, comí y me dispuse a hacer una pequeña siesta, a las
18:30 tenía que asistir a una clase en la Escuela Profesional del Seguro. Me
pillaba cerca del domicilio, en la Avenida del Oeste, en el mismo edificio
donde se encontraba Radio Nacional de España.
En la portería
se encontraba mi padre escuchando la radio. Algunos vecinos que entraban o
salían comentaban con cierto asombro que en plena sesión del Congreso de
Diputados habían entrado unos Guardias Civiles escuchándose disparos.
Apenas presté
atención, se me hacía tarde. En unos minutos me hallaba dentro de la escuela
que ocupaba un par de viviendas en la finca cercana. Hablábamos de lo sucedido
sin darle mucha más importancia, todo estaba muy confuso. En realidad no sabíamos
muy bien lo que estaba pasando, nos llegaban informaciones muy difusas, y las
clases se iniciaron.
No transcurrió mucho tiempo
cuando comenzaron a llegar padres de compañeras para llevárselas a casa; sus
comentarios nos intranquilizaron, mas cuando, desde la dirección del centro nos
indicaron que debíamos marcharnos a casa porque se había producido un golpe de
estado. Nos marchamos y al llegar al portal nos tropezamos con dos militares
debidamente uniformados y armados, habían tomado el control de Radio Nacional
de España.
Ya en casa
puse la radio y la televisión para tratar de enterarme de lo que realmente
estaba pasando. Supuse que las informaciones que se daban debían estar
manipuladas, a la vista de los militares que montaban guardia en RNE de Valencia.
Vino después la famosa intervención de Gabilondo en televisión, así que traté
de coger emisoras extranjeras para saber si daban alguna información real o, al
menos, imparcial. Poco o nada pude conocer.
Había toque de
queda, a muchos les pilló alejados de sus domicilios, y según avanzaba la noche
se escuchaban el rugir de los tanques que circulaban por la calle Guillem de
Castro, Valencia estaba tomada por el ejército. La historia se volvió a
repetir, si años antes fue la capital provisional de la zona republicana, ahora
se había convertido en la capital golpista.
Ello daba que pensar, la situación era delicada y el temor se apoderó de
mucha gente. Mucha de esta gente había pasado por una guerra civil y una dura
posguerra. Estos mayores trasladaron su mente a aquellas épocas y no querían
revivir el pasado. Sin olvidar, habían superado aquella etapa de sus vidas,
solo pensar que pudieran repetirse les angustiaba, no por ellos mismos, sino
por sus hijos y nietos. Los militantes de partidos de izquierdas, los
sindicalistas, se apuraban en destruir carnets, papeles y todo aquello que les
pudiera comprometer.
Fue una noche
intensa así como las horas y días que siguieron. No consiguieron el objetivo
porque dentro del ejército no todo el mundo era pro-golpista, eran menos de los
que los cabecillas pensaron y lograron aplacar la rebelión. En la calle se
volvió a la normalidad pero el recelo de que pudiera volver a suceder algo
similar tardó en desaparecer. Ahora es como una anécdota, y confiemos en que lo
siga siendo por muchos años.
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