Llama la
atención, y pena me da, los políticos que tenemos; así nos va. Los periodistas,
sagaces ellos, van soltando informaciones a cuenta gotas obligando a salir a
los políticos a desmentir lo que aparece en los distintos medios de
comunicación. Con el paso de los días y la aparición de nuevas noticias que
colorean a los desmentidores, les obligan a dar nuevas versiones de los hechos,
afirmando lo inafirmable. Así se van metiendo en un pozo del que es muy difícil
salir airoso.
Justifican lo
injustificable, y así pretenden convencernos de su honestidad. Es un insulto a
todos. No es el camino para regenerar la política y a los políticos. Cada vez
nos sentimos más asqueados por los que dicen nos representan, porque a ellos no
se les ha puesto ahí para hacer lo que están haciendo, sobre todo por el doble
rasero que emplean. No hay honestidad en la política, es la lectura que
hacemos del panorama político general actual.
Vemos como
altos cargos de los partidos salen a la palestra a decir tonterías que ni ellos
mismos se las creen, afirmando algunos que “no saben ni lo que han dicho”.
Es triste verlos, escuchar sus retóricas y la forma de reargumentar declaraciones
ya de inicio inverosímiles. Es triste y bochornoso el espectáculo que estamos
ofreciendo fuera de nuestras fronteras.
Pero, ¿qué
cabe esperar de aquellos que se aprovecharon de lo que la gente quería
escuchar?. Embelesaron los oídos, convencieron a muchos con su piel de cordero
y una vez conseguido se enfundaron la piel de lobo. Han faltado a sus promesas
con retóricos argumentos quedándose tan tranquilos. Me pregunto si tienen
conciencia porque además tienen la osadía de mantener el puño en el pecho.
El primer
error a subsanar está en la forma en que llegan al poder, aquí entran los que
gobiernan y los que están enfrente. Son posiciones cómodas que no les interesa
tocar porque saben que antes o después van a estar ahí. Ellos no lo van a
cambiar, el cambio pasa por todos nosotros.
Como primer paso, se debería modificar la forma de
elegirlos, y más importante aún, debería haber cada cierto tiempo, dentro de un
mandato, una consulta popular para refrendar su actuación, no un debate entre
ellos porque siempre salen ganando. Como una especie de reválida y si no la
pasan, vuelta a empezar. A los elegidos no se les puede dar un cheque en blanco
durante un tiempo mas o menos largo. Ha quedado demostrado que necesitan poco
tiempo para transportarnos al pasado. Si el pueblo los pone, el pueblo debe
tener la potestad de quitarlos si no cumplen con lo prometido sin tener que
esperar, y no valen excusas, todos deberían ser conscientes de dónde se meten.
Hay que
conseguir que los políticos sean esclavos de sus propias palabras y no que con
sus palabras nos conviertan en esclavos.
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