Marchaba ansiosamente por la calle Esperanza buscando a mi amiga Justicia, sin encontrarla. Así, paso a paso, llegué a la plaza Constitución llena de bares, tiendas, kioscos, jardines, museos, estatuas, relojes atrasados, cabinas telefónicas (algunas inservibles)..., y seguí sin encontrarla.
Pregunté y pregunté sin que nadie me diera razón, hasta topetar con un viejecito apoyado en su bastón, con gafas de sol y pelo blanco, y con un ligero bigotillo que asomaba bajo su nariz chata, penetrando en la plaza por la calle Remedio y me dijo que, al pasar por la calle Derechos lo había saludado muy cortesmente mientras se dirigía hacia la calle Olvido en busca de su amigo Poder.
LZC 1979
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