Cuando un tren se detiene en la estación sube toda clase de gente, jóvenes, viejos, mujeres, hombres, niños, que entablan variopintas conversaciones. Se habla de cine, de música, de política, de economía, del cambio climático, de deportes, de famosos, de comidas, de religión, de la luna, del sol, se observa el paisaje, se lee, se escucha música, se trabaja, se duerme, incita a la reflexión, surgen amores, irradia alegría por la próxima llegada a su destino, es melancólico..., el propio hecho de viajar reconforta, atrae, comparte experiencias. Es un cambio en la rutina. Dos ven una misma cosa de distinta manera, cada cual desde su propia perspectiva, desde cualquier posicionamiento. En ocasiones pueden surgir ideas, nuevas formas de ver las cosas que pueden ayudar a resolver problemas. Las experiencias de los demás te enriquecen.
Estos trenes te transportan a ciudades, con sus paisajes, con sus eventos, con sus costumbres y tradiciones. Te transportan al pasado, te hacen vivir el presente y en ocasiones te hacen adivinar el futuro. Y lo más importante es que no hay rincón que éste tren no pueda recorrer.
Estos trenes te transportan a ciudades, con sus paisajes, con sus eventos, con sus costumbres y tradiciones. Te transportan al pasado, te hacen vivir el presente y en ocasiones te hacen adivinar el futuro. Y lo más importante es que no hay rincón que éste tren no pueda recorrer.
Como sucede en los trenes, la gente llega a su destino, se baja, y muy posiblemente la mayor parte de ellos ya no vuelven a verse en el resto de su vida, pero las historias permanecen en el vagón o en los lugares que ha recorrido. Éste tren viajero que alberga las historias cotidianas suelen dar sentido a nuestra vida.
Me gusta, es cercano, es la verdad de la calle.Tenemos pendiente ese viaje en tren que tanto añoras ... un beso
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