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Quico |
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Luis |
Primera etapa: Valencia- Rioja, con destino en Tormantos, cerca de santo Domingo de la Calzada y Ezcaray. Allí nos esperaban unos amigos, riojanos, que trabajaban en Valencia. Para Quico, con apenas 16 "añitos", creo que era su primera escapada lejos de las salidas vacacionales con padres y hermanos (ahora se diría que ha dado varias vueltas al mundo).
Creo no equivocarme que Quico se lo pasó fenomenal en compañía de mis amigos riojanos, gente campechana, buena gente, algunos de ellos eran como esponjas, bebían sin parar, y podían seguir una línea recta sin desviarse. Por las mañanas ronda de vinos por los bares, en Tormantos solo había dos, pero, en Santo Domingo de la Calzada, y en especial en Ezcaray, casa si, casa no, era una tasca. Al medio día
café y copa de pacharán, por las tardes, mas vinos y
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Ezcaray |
A las tantas de la madrugada, yo solía irme a dormir cansado de dar vueltas. Quico, por su parte seguía la marcha que imponía la cuadrilla, hasta las tantas. -¡Ojo!, cuidármelo que sino me cortan el pelo- les decía.
No sé cuantos días pasamos allí, después continuamos etapa hacia Santander. Allí, siempre que he ido, quedaba con gente conocida que solían ir de veraneo. En aquel viaje creo que no vi a nadie, pero disfrutamos. La primera peripecia fue el encontrar habitación. En algún otro viaje que he hecho por allí, alguna noche me ha tocado dormir en el coche. En Agosto, sin reserva, es bastante difícil, y al final logramos encontrar en un hostal en Torrelavega.
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Santander |
Necesitábamos una ducha y dormir un rato, nos miró un poco raro. Nos dio las llaves y a lo nuestro. Recuerdo que mi primo comentó aquello de - ¿que se habrá pensado éste tío?.-,- ¡Que piense lo que le de la gana!-. Descansamos y a ver lo que pescábamos por ahí. Esa noche, o la siguiente, era la gran fiesta de la sardinada, así que, en la playa del sardinero nos pusimos a la cola, y cenamos gratis varias sardinas
Sisterna |
Pensábamos salir creo en sábado hacia Oviedo, pero tenía que sacar dinero del cajero y se quedó la tarjeta retenida, no se porqué. Menos mal que me dio el dinero, de lo contrario, no teníamos otra opción que quedarnos hasta el lunes para poder pagar el hostal.
Salimos con destino a Oviedo y allí, llamamos a una amiga del Gabi, pero no estaba, andaba por Zamora, así que, decidimos seguir viaje hacia Cangas de Narcea.
Llegamos ya anochecido y logramos encontrar un Hotel. El problema surgió cuando salimos a buscar un sitio para comer.
Cosa extraña, no encontrábamos ninguno, ni en el hotel, hasta que alguien no indicó una sidrería, en la cual siempre habría algo para masticar. Qué gozada, ¿de picar?, nos metimos ambos dos un chuletón entre capa y espalda, con una botella de vino, que nos supo a gloria. Creo que fue el mejor chuletón que he comido que en mi vida.
Preguntamos si alguien conocía Sisterna, nadie sabía dar razón, hasta que, en una mesa de al lado, un chaval que nos estaba escuchando, nos indicó por dónde debíamos ir.
A la mañana siguiente, etapa Cangas-Sisterna. Siguiendo el camino, finalmente vi un puente que me resultaba familiar, solo había estado una vez en el pueblo, llegando hasta él por otro lugar. Pero era inconfundible y la meta se hallaba próxima.
Llegamos y, creo que fue ese día, coincidimos con el cartero que llevaba una tarjeta para entregar a Mar, remitida por nosotros para advertirla de nuestra próxima llegada, sabía que nos dejaríamos caer por allí, pero desconocía cuando. " La entregamos en mano".
Por poco no encontramos a nadie, pues se estaban marchando de excursión. Gracias a un olvido, creo, que volvieron a la casa y nos encontraron allí.
Ibamos para pasar un día y, finalmente, estuvimos dos o tres. Un gran desvarajuste para alojarnos. Nos cedieron una habitación, para lo cual alguien (no recuerdo quien) tuvo que irse a dormir a casa de su tía Felisa. Alguna excursión, buen comer, alguna "queimada" de madrugada, alguna vaca que "turniaba". Fue un bonito viaje que Quico me ha hecho recordar y me he atrevido a compartir.
Los recuerdos, y si son buenos mejor, no hay que relegarlos al cajón del olvido. Supongo que estás de acuerdo conmigo ¡no, Quico!.
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